“Ellos saben cosas acerca de nosotros, pero muchas
veces nosotros no sabemos qué es lo que saben, por qué lo saben o con quién más
pueden compartir su conocimiento”. David Lyon
Por Carla Palacios Klinger
Esta premisa
define a la sociedad en la que vivimos actualmente: nuestra vida está registrada
en bancos de información que registran y conocen cada movimiento que realizamos
mejor que nosotros mismos y que utilizan esos datos para saber cómo seducirnos.
¿Quiénes son “ellos”?
Cuando se
habla de vigilancia la sensación que genera es de incertidumbre. Aunque se conoce
que se está bajo observación, no se tiene certeza de quién espía.
Tras
realizar una encuesta acerca de si estamos o no bajo vigilancia la respuesta
que se obtuvo colectivamente fue que sí, sobre todo en lo relacionado con la Internet.
Justificando que a menudo en redes sociales, aplicaciones y juegos, se exige dar
información muy personal como dónde vives o incluso qué comes. Esto elimina la
privacidad. Por su parte, frente al planteamiento de quién vigila los
encuestados coincidieron en que “todo el mundo lo hace permanente”.
El criminal actual
Hubo
quienes afirmaron que los métodos de vigilancia no son eficaces pues el aumento
en las tasas de robo y homicidio siguen siendo altas. Sin embargo, es necesario
aclarar que el delincuente dentro de la sociedad aludida no es el que roba y
mata, sino el que no consume (capitalismo). Hoy el héroe es el hombre adinerado.
Si el
orden social que nos rige pone como héroe al dueño del comercio, lo natural es
que el villano sea quien no favorezca tal mercado. Descartando al asesino como
el delincuente actual.
Si con
todas las tecnologías aptas para vigilar a la población no se ha eliminado del
panorama la ilegalidad es porque realmente no interesa erradicar tal negocio.
Lo que le importa
a la sociedad es mantener la economía circulando. ¿Cuántas veces hemos comprado
ropa, comida, etc., que no necesitábamos? Ahí se manifiesta la victoria que alcanzó
la vigilancia sobre nosotros. No se pudo controlar al asesino pero sí mantener
al consumidor e incitar al no que aún no es a hacerlo.
Ahora, entendamos
que al no consumidor no se le lleva a la cárcel, pero ¿qué más castigo que la
exclusión social?
Cuando el
celular BlackBerry estuvo de moda me negué a obtener uno. Ese año mí vida
social decayó, pues todas las invitaciones se las hacían por ese medio y yo me
daba cuenta del evento al día siguiente por la llamada de alguna amiga diciendo:
¿Por qué no fuiste anoche?
Si bien no
fue la compañía BlackBerry la que hizo su acto coercitivo sobre mí, el sistema
está tan automáticamente regulado que cada uno de nosotros se ve en la
necesidad de conseguir lo que todos los demás compran.
Diariamente
nos enfrentamos a miles de anuncios de productos con una cantidad de
características que parecen pensadas para nuestras necesidades personales. Y lo
son, pues en efecto el modo de vigilancia comercial ha permitido que se
conozcan abiertamente las preferencias de la mayoría para producir artefactos
que atraigan a la misma.
Finalmente,
no digo que la vigilancia sea buena o mala, simplemente que se ha convertido en
el eje de la sociedad y lo hace a través de la tecnología.
0 comentarios:
Publicar un comentario