lunes, 11 de mayo de 2015

0 Viviendo dentro de la base de datos

“Ellos saben cosas acerca de nosotros, pero muchas veces nosotros no sabemos qué es lo que saben, por qué lo saben o con quién más pueden compartir su conocimiento”. David Lyon

Por Carla Palacios Klinger

Esta premisa define a la sociedad en la que vivimos actualmente: nuestra vida está registrada en bancos de información que registran y conocen cada movimiento que realizamos mejor que nosotros mismos y que utilizan esos datos para saber cómo seducirnos.

¿Quiénes son “ellos”?

Cuando se habla de vigilancia la sensación que genera es de incertidumbre. Aunque se conoce que se está bajo observación, no se tiene certeza de quién espía.

Tras realizar una encuesta acerca de si estamos o no bajo vigilancia la respuesta que se obtuvo colectivamente fue que sí, sobre todo en lo relacionado con la Internet. Justificando que a menudo en redes sociales, aplicaciones y juegos, se exige dar información muy personal como dónde vives o incluso qué comes. Esto elimina la privacidad. Por su parte, frente al planteamiento de quién vigila los encuestados coincidieron en que “todo el mundo lo hace permanente”.

El criminal actual

Hubo quienes afirmaron que los métodos de vigilancia no son eficaces pues el aumento en las tasas de robo y homicidio siguen siendo altas. Sin embargo, es necesario aclarar que el delincuente dentro de la sociedad aludida no es el que roba y mata, sino el que no consume (capitalismo). Hoy el héroe es el hombre adinerado.

Si el orden social que nos rige pone como héroe al dueño del comercio, lo natural es que el villano sea quien no favorezca tal mercado. Descartando al asesino como el delincuente actual.

Si con todas las tecnologías aptas para vigilar a la población no se ha eliminado del panorama la ilegalidad es porque realmente no interesa erradicar tal negocio.

Lo que le importa a la sociedad es mantener la economía circulando. ¿Cuántas veces hemos comprado ropa, comida, etc., que no necesitábamos? Ahí se manifiesta la victoria que alcanzó la vigilancia sobre nosotros. No se pudo controlar al asesino pero sí mantener al consumidor e incitar al no que aún no es a hacerlo.

Ahora, entendamos que al no consumidor no se le lleva a la cárcel, pero ¿qué más castigo que la exclusión social?

Cuando el celular BlackBerry estuvo de moda me negué a obtener uno. Ese año mí vida social decayó, pues todas las invitaciones se las hacían por ese medio y yo me daba cuenta del evento al día siguiente por la llamada de alguna amiga diciendo: ¿Por qué no fuiste anoche?

Si bien no fue la compañía BlackBerry la que hizo su acto coercitivo sobre mí, el sistema está tan automáticamente regulado que cada uno de nosotros se ve en la necesidad de conseguir lo que todos los demás compran.

Diariamente nos enfrentamos a miles de anuncios de productos con una cantidad de características que parecen pensadas para nuestras necesidades personales. Y lo son, pues en efecto el modo de vigilancia comercial ha permitido que se conozcan abiertamente las preferencias de la mayoría para producir artefactos que atraigan a la misma.


Finalmente, no digo que la vigilancia sea buena o mala, simplemente que se ha convertido en el eje de la sociedad y lo hace a través de la tecnología.

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