lunes, 11 de mayo de 2015

0 Los pálpitos de Samuel




Se despierta cada mañana cuando siente la vibración de su celular. Apaga la alarma y se dedica a observar el amanecer y los pajaritos jugueteando junto a su ventana. Recibe un abrazo por la espalda y le estampan un beso a lado y lado de las mejillas. Samuel se voltea y les devuelve el abrazo a sus padres, quienes habían puesto junto a él un delicioso desayuno.

Por: Carolina Franco Villegas

 Es 20 de noviembre, el día de su cumpleaños y Samuel espera con ansias buenas noticias. Junto al huevo en forma de carita feliz, la arepa con quesito y el chocolate caliente, encuentra una carta que enseguida lee:

"Son ocho años de alegría junto a ti.
Gracias por tus sonrisas imborrables y tu
forma tan única de ver el mundo.
Hoy queremos que renazcas y vivas lo que
por ocho años se te ha hecho imposible sentir.
Te aman,
tus papás".

Samuel se siente pleno de felicidad, sabe que el tan esperado día ha llegado. Se arregla rápidamente con una amplia sonrisa, usa un saco verde oscuro y botas estilo militar, la pinta perfecta para el clima templado que hace en la ciudad de Medellín en este mes de noviembre de 2014. Sale en el carro junto a sus padres para la Clínica Medellín del Centro, donde el doctor Carlos Restrepo lo lleva atendiendo por varios años. Es un profesional muy simpático; estrecha su mano con fuerza haciéndole sentir a Samuel que le da mucha alegría volverlo a ver.

Saluda igualmente a sus padres, mostrando en su expresión casi que las mismas ansias que expresaba Samuel desde que había leído la carta del desayuno. Con tono suave y exagerando, la dicción le dice a Samuel que se siente para comenzar el examen.

Samuel no siente miedo, pues ya conoce el extraño aparato con forma de nevera que le ayuda a saber cómo van las cosas. Entra en la cámara sonoamortiguada con bastante confianza y experiencia. Se sienta en frente del cristal donde puede notar al otro lado a la fonoaudióloga que sacude su mano para saludarlo. El joven responde con una sonrisa.

Las indicaciones que siempre le han dado ha Samuel son las mismas, pero los resultados nunca habían mostrado cambios desde que había iniciado con estas pruebas. Este día tiene muchas más esperanzas que siempre. La muchacha, a través del vidrio, le da la señal para comenzar, espera atenta la respuesta de Samuel. Él la mira y exhala profundo. La joven aumenta un grado más la intensidad del sonido de la cámara y vuelve a mirarlo con atención, pero él no muestra señales positivas. Con diferentes frecuencias y tonos, los pitos se incrementan cada vez más. Después de varios intentos, Samuel, desesperanzado, baja la cabeza.

¿Cuántas veces ha pasado por esto? Ya son muchas y las esperanzas pocas.
El examen de la cámara sonoamortiguada es llevada a cabo en niños a partir de los tres años de edad para poder obtener resultados prácticos. Samuel ya tiene ocho pero aún no entiende porqué solo oye las pulsaciones de su corazón, retumbantes y sonoras marcando el ritmo de su día a día.

El doctor Restrepo revisa los resultados mientras frunce el ceño. Para él hay algo extraño que no logra entender.

‘Ocasionalmente salen resultados como este. Es raro. Aquí me muestra que el joven Samuel puede escuchar pero él nos demuestra totalmente lo contrario. No lo entiendo’, dice el médico.

Los padres de Samuel siempre han guardado ilusiones en su corazón, pues ajustan ya cinco años de llevar a su hijo a estas terapias.

El especialista les comenta una nueva opción tecnológica que pueden implementar para su hijo. Se trata de un dispositivo programable que se implanta en los oídos de los pacientes con el fin de posibilitar la audición de manera gradual por medio de estímulos en el cerebro. En cuanto los padres de Samuel escuchan al doctor hablar de esta opción no dudan en aceptar su instalación inmediata.

Es el último intento que pueden hacer en aquel consultorio médico. Samuel no entiende muy bien qué es lo que hablan los adultos. Sus ojos recorren con agilidad los labios del doctor, quien, entre otros movimientos, destapa una caja delicada y expone al público, como si fuera un show, un audífono digital multicanal. El doctor se acerca al chico y en cuestión de segundos instala el aparato en cada oído, sin proporcionar dolor ni molestias. No hay interés en el joven Samuel. Lo único que esperaba el día de su cumpleaños era poder recuperar la escucha, pero ahora se da cuenta que va a tener que conformarse con observar las maravillas del mundo a través de sus ojos cafés.

Está listo para recibir la señal de salida, pero de un momento a otro levanta la cabeza tan rápidamente que el médico piensa que se ha lastimado. Samuel voltea su rostro y con los ojos encharcados asiente mientras mira al doctor con emoción. Exacerba sus movimientos, salen sonidos guturales de su garganta que se reconocen como un sí rotundo y con profundidad.

Se concentra en el segundero del reloj de pared. El ritmo visual al que estaba acostumbrado, ahora coincide con un golpecito seco. No puede creer lo que está sintiendo por dentro. Al mismo tiempo se toca la garganta, reconoce por primera vez el sonido de su voz. Es hermoso pero confuso. Aterrorizado, mira a sus padres, ellos lo observan con muchísimo más temor. Se acerca a la ventana y nota el ruido de ciudad, los pitos de los carros y el murmullo de los transeúntes que se desplazan cerca al lugar. Samuel jamás había tenido la posibilidad de deleitarse con los sonidos del mundo.

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