lunes, 11 de mayo de 2015

0 Las reliquias de la familia

Las reliquias de la familia

Por: Estefanía Preciado Santa

“Me encanta tener y conservar los recuerdos de mi familia para mostrarle a mi descendencia cómo vivíamos sin tanto lujo y que aun así éramos felices”, cuenta Sandra Liliana Preciado Cortés, sentada en un cómodo sillón color marrón en la pequeña sala de su casa, ubicada en el barrio Boyacá las Brisas al norte de Medellín.

Recuerda que cuando era niña cada aparato novedoso que llegaba a su casa era para ella una enorme sorpresa y todo un mundo nuevo por descubrir. Reconoce que la tecnología ha influido significativamente en la vida de toda la familia.

Esta asistente de ortopedia quien actualmente trabaja en la Clínica de Las Vegas, en Medellín, colecciona desde hace más de seis años los objetos tecnológicos antiguos pertenecientes a su familia. 

Con el paso del tiempo ha conocido las historias de aquellas antigüedades que con tanto cariño conserva, transmitidas por su padre, su madre, sus hermanos y sus abuelos. La hija menor de la familia Preciado Cortés guarda las anécdotas en su memoria.

“La primera cámara fotográfica era de mi papá. La compró cuando vivía en Florencia, Caldas, y él era el que tomaba las fotos en la casa, no dejaba que otros la tocaran. Con esa cámara se tomaron las primeras fotos en la familia y todas eran a blanco y negro. Para revelarlas tenían que ir hasta el otro pueblo, hasta Samaná, Caldas, se demoraban como tres horas para ir y poder revelar las fotos. Mi papá dice que era carísimo revelarlas y por eso hay tan pocas fotos de esa época”, cuenta Sandra.

Uno de los objetos más tradicionales que conserva esta mujer de 36 años es la máquina de coser de su abuela, cuya existencia ha marcado una huella intachable de significado en la familia, puesto que fue su abuela quien le enseñó a su madre a hacer desde entonces y hasta su muerte lo que le ha permitido ganarse sus propios ‘pesitos’. Le enseñó a ser modista.

“La máquina de coser era de mi mamita Julia, era pequeña, negra y se le daba manivela con una mano para que se moviera la aguja y con la otra se iba manipulando la prenda. Ella le enseñó a coser a mi mamá desde muy pequeña y en esa máquina era que nos hacía a nosotros la ropita. A mí me hizo casi toda la ropa con esa máquina de coser y ya después le compraron otra más grande, con pedales en la parte de abajo, que hacían mover la aguja a medida que se movían los pies”.

Sandra cuenta que la antigua nevera, que duró más de 20 años en la familia, no pudo conservarla en su propia casa, pues era demasiado grande. “Era perfecta para una familia tan numerosa y comelona. Cada quince días había que lavar ese ‘nevecón’ verde que teníamos y mi mamá la ponía a descongelar porque el congelador se llenaba de hielo y escarcha con tantos días”.

La radio fue también un objeto con gran valor sentimental durante la infancia de sus hermanos. Con el primer radio, la familia podía escuchar las noticias del pueblo y las noticias internacionales y era una excelente forma de mantenerse en contacto con la realidad.

Más tarde, cuando se fueron a vivir a Medellín, seguían escuchando las noticias todos los días. En la época en que todavía no había televisor, la radio representó una forma de unir a toda la familia para escuchar historias y entretenerse con las radionovelas. “Amparo, quien es la hermana mayor de los siete hijos, me dice que escuchaban las caricaturas que a ella le gustaban y esas historias sobre fantasmas que contaban en los programas radiales”, dice Sandra sobre su hermana.

Tiempo después, gracias a los avances de la tecnología, llegó a la casa un nuevo objeto que reemplazó el pequeño radio: el equipo de sonido marca Fisher. Ocupó un lugar en la sala de la casa en Medellín: un valioso objeto que todavía funciona. “Ese fue el primer equipo de sonido que tuvimos en la casa y era con el que bailábamos y hacíamos todas las rumbas.

Los Preciado siempre hemos sido muy animados y cuando estábamos todos los hermanos en el colegio hacíamos las fiestas en la casa y hasta cobrábamos la entrada. Gracias a ese equipo hacíamos las fiestas más animadas. El aparato es negro, grande y pesado, y en esa época nos emocionaba mucho tener algo tan novedoso. Desde el día en que mi papá llegó con él a la casa, gracias a unos ‘pesitos’ que recogió durante un tiempo, el equipo permanecía encendido todo el día: desde que nos levantábamos hasta que nos acostábamos, y poner los LP de música parrandera y música pa’ planchar era la sensación”.

Años más tarde llegó el primer televisor a aquella casa: una caja “mágica” que reproducía imágenes a blanco y negro y tenía una antena en forma de V, que debían acomodar con paciencia hasta que cogiera bien la señal. “Cuando prendíamos el televisor, teníamos que esperar como 5 minutos hasta que apareciera la imagen, eso se quedaba cargando mero rato. Los canales se pasaban con una perilla. En esa época todavía no existía el control remoto y cuando se nos dañó la perilla, pasábamos los canales con un alicate”, cuenta Sandra entre risas.


“A pesar de que la tecnología hoy en día nos presenta cosas súper novedosas, en esa época cuando yo era niña, esos objetos eran lo máximo. Para cada generación hay una tecnología diferente y para cada cual tiene una gran importancia. La familia Preciado Cortés nunca ha sido materialista, pero no puedo negar que nos ponía muy contentos cuando mi papá llegaba a la casa con cosas como esas. Hoy en día puedo decir que guardar esos objetos es guardar de manera física y en el recuerdo mi infancia y mi crianza y la de mis hermanos”.

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