Las reliquias de la familia
Por:
Estefanía Preciado Santa
“Me encanta tener y conservar los
recuerdos de mi familia para mostrarle a mi descendencia cómo vivíamos sin
tanto lujo y que aun así éramos felices”, cuenta Sandra Liliana Preciado
Cortés, sentada en un cómodo sillón color marrón en la pequeña sala de su casa,
ubicada en el barrio Boyacá las Brisas al norte de Medellín.

Esta asistente de ortopedia quien
actualmente trabaja en la Clínica de Las Vegas, en Medellín, colecciona desde
hace más de seis años los objetos tecnológicos antiguos pertenecientes a su
familia.
Con el paso del tiempo ha conocido
las historias de aquellas antigüedades que con tanto cariño conserva,
transmitidas por su padre, su madre, sus hermanos y sus abuelos. La hija menor
de la familia Preciado Cortés guarda las anécdotas en su memoria.
“La primera cámara fotográfica era
de mi papá. La compró cuando vivía en Florencia, Caldas, y él era el que tomaba
las fotos en la casa, no dejaba que otros la tocaran. Con esa cámara se tomaron
las primeras fotos en la familia y todas eran a blanco y negro. Para revelarlas
tenían que ir hasta el otro pueblo, hasta Samaná, Caldas, se demoraban como
tres horas para ir y poder revelar las fotos. Mi papá dice que era carísimo
revelarlas y por eso hay tan pocas fotos de esa época”, cuenta Sandra.
Uno de los objetos más tradicionales
que conserva esta mujer de 36 años es la máquina de coser de su abuela, cuya
existencia ha marcado una huella intachable de significado en la familia,
puesto que fue su abuela quien le enseñó a su madre a hacer desde entonces y
hasta su muerte lo que le ha permitido ganarse sus propios ‘pesitos’. Le enseñó
a ser modista.
“La máquina de coser era de mi
mamita Julia, era pequeña, negra y se le daba manivela con una mano para que se
moviera la aguja y con la otra se iba manipulando la prenda. Ella le enseñó a
coser a mi mamá desde muy pequeña y en esa máquina era que nos hacía a nosotros
la ropita. A mí me hizo casi toda la ropa con esa máquina de coser y ya después
le compraron otra más grande, con pedales en la parte de abajo, que hacían
mover la aguja a medida que se movían los pies”.
Sandra cuenta que la antigua nevera,
que duró más de 20 años en la familia, no pudo conservarla en su propia casa,
pues era demasiado grande. “Era perfecta para una familia tan numerosa y
comelona. Cada quince días había que lavar ese ‘nevecón’ verde que teníamos y
mi mamá la ponía a descongelar porque el congelador se llenaba de hielo y
escarcha con tantos días”.

Más tarde, cuando se fueron a vivir
a Medellín, seguían escuchando las noticias todos los días. En la época en que
todavía no había televisor, la radio representó una forma de unir a toda la
familia para escuchar historias y entretenerse con las radionovelas. “Amparo, quien
es la hermana mayor de los siete hijos, me dice que escuchaban las caricaturas
que a ella le gustaban y esas historias sobre fantasmas que contaban en los
programas radiales”, dice Sandra sobre su hermana.
Tiempo después, gracias a los
avances de la tecnología, llegó a la casa un nuevo objeto que reemplazó el pequeño
radio: el equipo de sonido marca Fisher. Ocupó un lugar en la sala de la casa
en Medellín: un valioso objeto que todavía funciona. “Ese fue el primer equipo
de sonido que tuvimos en la casa y era con el que bailábamos y hacíamos todas
las rumbas.
Los Preciado siempre hemos sido muy
animados y cuando estábamos todos los hermanos en el colegio hacíamos las
fiestas en la casa y hasta cobrábamos la entrada. Gracias a ese equipo hacíamos
las fiestas más animadas. El aparato es negro, grande y pesado, y en esa época
nos emocionaba mucho tener algo tan novedoso. Desde el día en que mi papá llegó
con él a la casa, gracias a unos ‘pesitos’ que recogió durante un tiempo, el
equipo permanecía encendido todo el día: desde que nos levantábamos hasta que
nos acostábamos, y poner los LP de música parrandera y música pa’ planchar era
la sensación”.

“A pesar de que la tecnología hoy en
día nos presenta cosas súper novedosas, en esa época cuando yo era niña, esos
objetos eran lo máximo. Para cada generación hay una tecnología diferente y
para cada cual tiene una gran importancia. La familia Preciado Cortés nunca ha
sido materialista, pero no puedo negar que nos ponía muy contentos cuando mi
papá llegaba a la casa con cosas como esas. Hoy en día puedo decir que guardar
esos objetos es guardar de manera física y en el recuerdo mi infancia y mi
crianza y la de mis hermanos”.
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