lunes, 11 de mayo de 2015

0 La “videorrea” digital

Hoy en día nos encontramos en una era digital, donde todo lo que hacemos lo publicamos en nuestras redes sociales.

Por Laura Betancur Saldarriaga

Recuerdo cuando estuve mochileando por Perú con un grupo de amigos españoles. Fue uno de esos viajes tipo Eat, pray, love que son un hito en la vida, que enseñan lo que nunca aprenderías en la academia, que cambian la forma de vivir pues las cosas que experimentaste y viste te tocaron en lo más profundo. Pero hablo por mí, porque no a todos los que viajaron conmigo les sucedió lo mismo.

Eneko, uno de los del grupo, era lo que llamaría Mario Vargas Llosa en su libro La civilización del espectáculo, el perfecto turista posmoderno, que no tiene un interés genuino por el lugar que visita, sino que es por mero esnobismo, puesto que estar en lugares turísticos famosos forma parte de la check list de fotos obligada del turista posmoderno.

Él parecía que hubiera ido a este lugar histórico del imperio Inca, solo para acumular imágenes. Se la pasaba posando y pidiéndole a la gente que le sacara fotos mientras la guía nos contaba la fascinante historia de esta población que por culpa de la llegada de los españoles -oh la ironía- le tocó huir por las montañas, dejando sin terminar tan espectacular ciudad. Incluso él parecía como mosco en leche pues la mayoría de asistentes a esta reserva usaba ropa deportiva o especial para los outdoors, pero él se fue de jeans, con camisa cuasi elegante, listo para la foto.

El interés por tomar fotografías para luego publicarlas en las redes sociales era el propósito de su viaje, pero la triste realidad es que esto no solo lo hace él, lo hacemos todos -me incluyo para mi vergüenza− pues parece que en la sociedad en la que vivimos, que reemplaza el vivir por el representar, se establece como premisa para tu existencia el tener una cuenta en Facebook o Instagram como mínimo, pues quien no aparezca en la web no existe. Justamente, Alejandro Zuzenberg, director de Operaciones Cono Sur de Facebook, asegura que en Colombia hay 17 millones de usuarios activos en Facebook, de los cuales siete millones acceden desde teléfonos móviles.

Registramos en las redes sociales todo lo que hacemos: si no posteas en Facebook la foto en la Torre Eiffel, nadie te creerá que fuiste a París. Si no publicas una foto con los abdominales mascados, nadie te va a creer que te mataste los últimos tres meses en el gimnasio.

Le tomamos foto a todo, a lo que comemos, leemos, vestimos, oímos, compramos, y hacemos todo. No falta sino que se hagan populares las selfies mientras usamos el inodoro. Esa si sería la tapa del cóngolo, y algo muy charro la verdad, pues sería el último grito del desespero por atención.

Por otra parte, hay que reconocer ciertos asuntos que no son tan reprochables de la dependencia digital. Es cierto que esto del mundo web sin privacidad y de completa dependencia ha traído muchos beneficios, pero ni siquiera me voy a poner a nombrarlos pues sería mencionar muchas de nuestras actividades diarias. No basta sino quitarle el wifi a la casa para darnos cuenta de lo mucho que necesitamos los medios digitales, algo lamentable hasta cierto punto y muy necesario de aquí para adelante.

Entre lo lamentable están los nuevos pasos a la hora de visitar por primera vez la casa de alguien. La rutina consta de tocar el timbre, saludar, dejar el vino en la cocina, sacar el celular y preguntar por la contraseña del wifi. Somos de lo más cordial.

Y entre lo bueno -que evidencia lo malo- me encontré en Medellín que en varios restaurantes implementaron una especie de recomendación a sus comensales llamado Cell Parking que consiste en dejar los celulares en un casillero y no tocarlos en toda la noche y como premio de aguantar el síndrome de abstinencia digital, el restaurante le regala al comensal una botella de vino al salir del establecimiento, todo un premio por ser niños buenos.

Interesante es el hecho de que la gente se esté dando cuenta que el celular y los medios parecen estar chupándonos la vida, empujándola para que ellos sean los protagonistas y primeros en la fila. Bueno es que nos demos cuenta que hay ocasiones en las que vale más la conversación de la persona que tenemos al lado que la conversación por WhatsApp. Buenísimo es que haya personas que empiecen a preferir saborear la comida en vez de tomarle una foto que lo único que logra es encenderle el hambre al pobre que está encerrado en casa, en pijama, con el celular en la mano, comiendo crispetas y viendo la vida a través de una pantalla.

Estamos tan enredados con la tecnología que logramos hacer un nudo tan pero tan grueso y complicado que no vemos lo que pasa al frente. Va a llegar el día en que nos vamos a caer tan duro que tiraremos lejos el celular para poder empezar a vivir.

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